Por: Modesto Ventura L. / Psicólogo clínico
El ser humano hace la interpretación del mundo externo que el espacio con sus características le permiten ir transformando su existencia interna, que a su vez le facilitará proyectarse hacia los demás como sujeto motivado con inclinación a la búsqueda continua de la verdad y llenando su vida de saberes o aceptar la realidad sin mayores esfuerzos.
El ignorante y el sabio son conducidos por trayectos distintos, y su carácter de enfrentar las situaciones le genera placer y preocupación respectivamente, es decir, mientras el ignorante se enfoca en la vanidad de sus pensamientos, el sabio proyecta su visión hacia el desarrollo de sus más grandes potenciales que le proporcionaran vivir acorde con el progreso y crear estrategias para solucionar conflictos futuros.
El silencio por ser considerado una manifestación del estado de ánimo personal no debe confundirse con ignorancia, pero si este se ve acompañado de un descuido a la realidad presente como si el bienestar de la colectividad careciera de importancia, basado en el pensamiento errado del individuo de que no ha hecho el mundo, y por lo tanto no tiene que verlo terminar; entonces se refleja la humillación y por ende la ignorancia.
Cuando un individuo vive la experiencia del auto secuestro en su mente y se aferra a las sombras del pasado crea sus propias barreras que le impiden mirar hacia otros horizontes y generar ideas que le permitan construir su futuro.
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