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“Llegan los monstruos men”
Mozart La Para y Shelow Shaq
 De derecha a izquierda Soto Jiménez, Vincho, Víctor Gómez y Vinvincito marchan con el pecho erguido de patriotismo.
Por: GUASABARAeditor

Ellos son la patrulla, no vamos a hacer aquí una disquisición semiótica acerca de la palabra “patrulla” en el argot histórico-político de la República Dominicana. Solo nos limitaremos a decir que la patrulla es la “guardia” de Mon, de Trujillo y de Balaguer.

Soto Jiménez, Vincho Castillo, Víctor Gómez y Vinvincito. Apologetas del lucro y del hurto. Proxenetas de la política. Elevados al rango de “patriotas” por el cardenal López Rodríguez.

Soto Jiménez, el poeta con el corazón partío, el guardia historiador y heredero del machete de Luperón, el que salió con el Rancho Guaraguao de la jefatura de las fuerzas armadas cuando el gobierno de Hipólito Mejía, el general que envió rasos dominicanos a pelear en la guerra de Irak por orden de Bush, el sublime encantador de megadivas con versos imitativos de Gustavo Adolfo Becker, el de la V República rentada a Miguel Vargas, socio de Leonel Fernández.

Vincho Castillo, el palero mayor, el trujillista de estirpe familiar, el furibundo anciano con los ojos y la lengua de fuego, el del gacetazo, el que amenazó con renunciar si el presidente Danilo Medina promulgaba la ley para restituir la nacionalidad usurpada a miles de dominicanos de ascendencia haitiana, el que promulgada la ley prefirió quedarse con el carguito y su oficina en el palacio como jefe ético y asesor antidroga del gobierno, el reeleccionista sempiterno que ahora rechaza la reelección de Danilo Medina, el entreguista pro-yanqui de toda la vida pero independentista del hermano pueblo haitiano, el cínico anciano traficante de jugosos contratos de rayos X para familiares, el abogado histórico de los más grandes ladrones, lavadores, traficantes y estafadores del país.

Víctor Gómez, el joven tránsfuga balaguerista que ha descollado por servir de escudo de los negocios de Miguel Vargas con el gobierno peledeista, el deudo eterno de Leonel Fernández por haberle encubierto y archivado el expediente de la estafa de los cupones de gas cuando en asociación de malhechores con Ángel Lockward se robaron cientos de millones de pesos en Industria y Comercio, el cara dura mencionado en el expediente de Figueroa Agosto por la compra de relojes de lujo y apartamentos, el puente entre sectores empresariales y el Congreso para comprar conciencias y voluntades legislativas, el anacrónico joven político enemigo de Peña Gómez y ahora perredeista, el que como todo buen balaguerista ha vivido toda la vida chupando la teta del Estado.

Vinvincito, el hijo menor de Vincho Castillo, el que se apoderó de una diputación sin que nadie haya votado por él, el combativo y fogoso bregador que anhela convertirse en el relevo de su padre en cuanto a representar la caverna política dominicana, el que se ha visto envuelto en tupidos escándalos de prostitución internacional de alto nivel en Casa de Campo, el parlanchín construido a fuerza de papeletas en el mercado mediático, el proponente de un muro en la frontera para evitar el paso de los haitianos, el iracundo polemista contra el viento, el de extraña figura homofóbica casado por negocios amorosos fracasados, el antiimperialista cuyo discurso único se reduce a demonizar los haitianos.

Soto Jiménez, Vincho Castillo, Víctor Gómez y Vinvincito. Apologetas del lucro y del hurto. Proxenetas de la política. Elevados al rango de “patriotas” por el cardenal López Rodríguez en la misa celebrada en la catedral primada este 26 de enero de 2015. Desde allí partieron fervorosos a la cabeza de la marcha montada para conmemorar el natalicio de Juan Pablo Duarte y jurar ante los pies del patricio que darán su vida si fuera necesario para defender la patria amenazada por la invasión haitiana.

Algo les pasó a estos jinetes del apocalipsis now, y lo decimos porque la escena y el ambiente de agitación antihaitiana que ellos han creado se parecen mucho a lo que acontecía en el país durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX.

Definitivamente ellos se creen su relato y creen que mucha gente le cree. Por eso se amarran de las manos para guiar al pueblo dispuesto al combate. Cuando se agoniza hay una fuerza interior que se apodera de los moribundos.


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